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Existen otros peligros, eso sí: los osos. Si alguien cae distraídamente dentro de sus madrigueras o los encuentra hambrientos en su camino, es del todo recomendable rezar las últimas oraciones.

Y si se salva, gracias a que huyó a tiempo, y no a las oraciones, debe enfrentar canciones burlescas de sus iguales, pues entre los esquimales las mayores agresiones y válvulas de escape toman forma de canciones o payas denigratorias.

Toda una filosofía de vida cabe dentro de una sola palabra: ayirnamat. «¡Qué le vamos a hacer!».Fatalismo de cepa milenaria.
Pero no funciona el fatalismo en las cosas simples. Para ellos esas cosas tienen arreglo y por eso son fenomenales maestros arreglatodo.

Un alambre viejo, una correa hecha con cuero de foca, una pieza mecánica de hueso, los sacan de apuros. Incluso fabrican balas con moldes tallados en piedra.

Tampoco el fatalismo suele funcionar cuando se trata de salvar la vida. Luchan para sobrevivir de la manera heroica que ya la historia conoce. Pero también se defienden de una manera desconocida por nosotros hasta llegar a Sisimiut: Cuando a alguno lo agarra un espíritu maligno o se siente perseguido por «males de ojo», opta por… cambiarse de nombre.
Así está seguro de despistar al espíritu o al mortal que le ha hecho el maleficio.

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