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Los Vikingos

En el sur de Groenlandia, las ruinas de los colonos vikingos, que llegaron hace mil años, están bien preservadas, incluyendo las ruinas de los primeros templos cristianos en el ámbito geográfico norteamericano. Alrededor del año 990, el vikingo Eric el Rojo –padre del explorador noruego Leif Eriksson que llegó a Norteamérica 500 años antes que Colón– construyó una iglesia de madera junto a su morada.

Según la leyenda, su esposa recientemente bautizada, Thjodhildur, se negó a admitirlo en el lecho conyugal a menos que construyese una iglesia. Y así lo hizo. También en el sur en Narsarsuaq, donde estuvo la base de la Fuerza Aérea de Estados Unidos durante la Guerra de Corea en 1950-53, hay una exhibición permanente de la presencia estadounidense en el lugar, y también un café.

Aguas cálidas en el hielo

Desde Fletanes, por un valle de fina arena, se llega a una tundra habitada por caribúes, donde los mosquitos se convierten en una insoportable compañía. Lo mejor para combatirlos son los repelentes y llevar puestas dos camisetas.

El lago Tasersuatsiaq es la siguiente parada. En él se puede uno bañar desnudo y en sus alrededores se pueden coger champiñones y arándanos. Con un sedal y un anzuelo, los más afortunados quizá pesquen algún salmón…

Por desgracia, la técnica también tiene su importancia y siempre existe la posibilidad de volver con las manos vacías. Es la hora de iniciar el regreso a Narsaq. Se atraviesa una zona donde los esquimales cazan focas anilladas con una precisión matemática, mientras descendemos la costa camino de Qagssiarssuk.

Esta pequeña población esquimal rememora que a finales del siglo X se estableció en ella Erik ‘El Rojo’ con réplicas exactas de una casa y una capilla vikinga. La historia se mezcla con la naturaleza más salvaje. Es importante no despedirse de Groenlandia sin degustar una típica cena vikinga.

Carne y grasa de foca hervida y seca, carne frita y piel cruda de ballena, carne de caribú, fletán ahumado, bacalao seco y pan esquimal forman el menú de despedida.

La digestión pasa, saboreando las últimas horas en esta isla, con el Círculo Polar Ártico a menos de 600 kilómetros y el sol reluciendo en lo alto del cielo a medianoche.

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